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domingo, 19 de mayo de 2019

Sanar

.Comentario

La “sanación” de la que está hablando el Curso es la sanación de la mente, no del cuerpo.

“El cuerpo no tiene necesidad de curación. Pero la mente que cree ser un cuerpo, ciertamente está enferma.”   (T.25.In.3:1-2).

Buscar la sanación en el reino físico, por cualquier medio (incluso por medios de la Nueva Era) es lo que el Curso llama “magia”. (Llamarlo “magia” no significa que no podamos usarlo si nuestro nivel de miedo lo necesita, el Curso recomienda un enfoque conciliatorio en tales circunstancias. (Ver T.2.IV.4:5 y T.2.V.2, de lo que hablo un poco más tarde). La Expiación sana la mente que piensa que el cuerpo puede estar enfermo. “Esto no es magia” (6:4).

Esta lección se aplica a la enfermedad del cuerpo, pero también a cualquier “problema” en este mundo material: falta de dinero, soledad y así sucesivamente. Estos problemas ocurren todos dentro del sueño, y “encontrar una fórmula mágica” dentro del sueño no es nunca la solución (2:2). Estamos “curando” el síntoma y no la enfermedad. La raíz del problema está dentro de la mente. “No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar” (7:1). Nuestros problemas no son de naturaleza física. “No tratemos hoy de curar lo que no puede enfermar” (9:1). “Así pues, dejamos a un lado nuestros amuletos (cristales, medallas religiosas), nuestros talis­manes y medicamentos, así como nuestras encantaciones y trucos mágicos de la clase que sean” (10:1).

Al comienzo del Curso, Jesús deja muy claro que la magia no es mala. Sólo que no funciona. Es sólo un remedio provisional, un intento de librarnos de los síntomas sin curar realmente la enfermedad. Sin embargo, a veces eso es lo mejor que podemos hacer. Tenemos un dolor de cabeza, y con un dolor de cabeza terrible a menudo es difícil acallar la mente y meditar en paz. Así que usamos la magia. Tomamos una aspirina, no hay nada vergonzoso en tomarla. Sólo que no nos engañemos a nosotros mismos creyendo que hemos hecho algo para curar la enfermedad, únicamente hemos tapado el síntoma. “Si tienes miedo de usar la mente para curar, no debes intentar hacerlo” (T.2.V.2:2). Si tu nivel de miedo es alto, un “enfoque conciliatorio” puede ser necesario (T.2.IV.4:4-7).

“La salvación es lo único que cura”. La magia de este mundo puede tapar el síntoma pero no curar. “La mente que lleva sus ilusiones ante la verdad cambia realmente. No hay otro cambio que éste” (7:4-5). Hoy se nos pide que practiquemos sólo esto: llevar nuestras ilusiones a la verdad, permitir que la culpa sea eliminada de nuestra mente. Sólo esto cura, y nada más. “No hay ningún lugar en el que Él (Dios) no esté” (5:5), y esto incluye nuestra mente. “Éste es el pensamiento que cura” (6:1). El pecado, y por tanto la enfermedad, no pueden ser reales porque Dios está en nosotros, Él no nos ha abandonado, y lo que pensamos que es pecado no puede serlo. En nuestra consciencia de Su Presencia, la culpa desaparece, y con ella, la causa de la enfermedad.

La lección que se le encomendó enseñar es que “lo que estaba enfermo era la mente que pensó que el cuerpo podía enfermar.”  

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