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viernes, 23 de enero de 2015
Flores en la vida G274
Toda flor en la vida, puede ser conquistada por fieras venenosas, otras veces flores malignas que acechan al hombre, o flores conquistadas por insectos ofreciéndole el dulce néctar a cambio de llevar su semen-polen a otras flores , difundiendo así su legado, sus genes, su identidad como individuo que deja descendencia para seguir habitando en este bello planeta, evitando al hombre que irrumpe en la flor para ofrecer su aroma a su dulce amada, o para dejar una muestra de amor, de amistad, una acción que se remonta cientos de miles de años, cuando los cazadores recolectores ofrecían las plantas con olores y sabores agradables, que animaban y sanaban el alma... Toda flor en la vida, puede ser conquistada por fieras venenosas, o conquistadas por insectos ofreciéndole el dulce néctar a cambio de llevar su semen-polen a otras flores 💐 difundiendo así su legado, sus genes, su identidad como individuo que deja descendencia para seguir habitando en este bello planeta, evitando al hombre que irrumpe en la 🌸 para ofrecer su aroma a su dulce amor.
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Donde habite el olvido,
ResponderEliminarEn los vastos jardines sin aurora;
Donde yo solo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allá donde termine ese afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
L.Cernuda
Donde habite el olvido,
ResponderEliminarEn los vastos jardines sin aurora;
Donde yo solo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allá donde termine ese afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
L.Cernuda